BIENVENIDO AL CAMINO DEL
SÍMBOLO
El símbolo, es la expresión representativa de un
arquetipo mental. (Utilizo aquí el término arquetipo en
su más antiguo significado, como “prototipo y modelo
eterno, inmaterial e inmutable de todas las realidades
visibles del mundo, de las que estas participan, aunque
solo como groseras copias”.)
Dicha representación puede adquirir forma de imagen,
figura, divisa o palabra y siempre por analogía con el
concepto al que se refiere.
Aunque en nuestra vida cotidiana, no parece que
prestemos demasiada atención al símbolo, lo cierto es
que no existe país, empresa, estamento o grupo de
actividad humana, que no esté representado por su
escudo, bandera o logotipo. No hay fiesta de pueblo,
celebración religiosa, conmemoración ni tradición, que
no sea un imbricado de símbolos.
Todo cuento, leyenda, mito, alegoría o parábola, forman
parte del camino del símbolo.
La pintura, la escultura o la arquitectura, se han
utilizado la mayor parte de las veces, como vehículo de
transmisión simbólica.
No hay escrito sagrado, que no esté en el lenguaje del
símbolo.
El sueño, siempre se manifiesta en lenguaje simbólico,
es por eso, que al no tenerlo en cuenta, si recordamos
alguno de nuestros sueños al despertar, nos suelen
parecer absurdos.
La enfermedad y su síntoma, es así mismo el vehículo de
expresión que utiliza nuestra psique, para hacer
aflorar en el cuerpo físico, aquellas energías negativas
que tenemos reprimidas o no liberadas en nuestra mente y
su lenguaje es así mismo simbólico.
El objetivo de esta página Web, no es otro que el
de contribuir a la comprensión de la importancia del
lenguaje simbólico en el despertar de la conciencia. Si
te acostumbras a desenvolverte con él, podrás comprobar
cómo antiguos enigmas quedan desvelados y sobre todo,
verás cómo la comunicación con tu interior, o sea con el
“Padre” se torna más fluida y comprensible. No
necesitarás más guía y maestro que “Tú mismo”
Podemos decir sin temor a equivocarnos que el lenguaje
del símbolo es el lenguaje Divino, así que no es de
extrañar, que la lectura de un pasaje en cualquiera de
los libros sagrados, se concluya con un “Palabra de
Dios”
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